Toxic (Blogtober2019)

por Fran Iglesias

Mi compañera y manager en Holaluz Mavi Jiménez va a hacer un dibujo cada día del mes sobre una palabra propuesta en twitter. Y aquí vamos a intentar escribir un post por cada una de ellas.

Toxic

Trabajé durante la mayor parte de mi vida en una empresa tóxica.

Maticemos: las empresas no son tóxicas per se. Las hacen tóxicas las personas que las componen. Cuando estas personas ocupan puestos de decisión, acaban haciendo que la organización sea tóxica. Una auténtica máquina de tortura.

De hecho, los primeros años estuvieron muy bien y fueron muy interesantes porque suponían el reto de montar un departamento nuevo y hacerlo funcionar. Pero a los tres o cuatro años hubo cambios en la dirección y las cosas empezaron a ponerse feas.

Mi puesto era bastante especializado. El tipo de puesto para el que una empresa te contrata a fin de que le digas cómo tiene que hacer las cosas, porque no lo sabía. Entonces, la dirección decidió que necesitaba a alguien que me dijese cómo tenía yo que hacerlas.

Más adelante, surgió otra oportunidad en otra función, lo que me permitió librarme de una toxicidad que ya había empezado a afectar a mi salud y tratar de empezar de nuevo. De nuevo, un puesto cuya función es decirle a la empresa cómo tiene que hacer las cosas, porque no lo sabía. De nuevo, dos ó tres años con mejores sensaciones. Más tarde, la empresa decide que necesita a alguien que me diga cómo tengo que trabajar.

Los siguientes años son un goteo de desplantes, mobbing, humillaciones, desprecios… hasta llegar a una crisis y, con ella, la depresión.

Finalmente, pude marcharme.

Trampas

¿Por qué aguantas muchos años en una organización tóxica? Hay varias trampas:

La primera es la progresividad. Si el dolor viene muy poco a poco, cuando te das cuenta del daño ya ha pasado mucho tiempo.

La segunda trampa es la necesidad. Si no tienes fácil conseguir una alternativa laboral, tienes familia y tu situación económica no es precisamente buena, el peso de no perder el trabajo es muy fuerte. Aguantas esperando una oportunidad que quizá nunca llegue.

La tercera trampa es la esperanza de que las cosas puedan ser distintas. En mi caso hubo cambios de vez en cuando que, por así decir, renovaban mi esperanza de que “esta vez sí”. Pero yo volvía a caer en las otras trampas.

Otra cuestión es, si tan incómodo eres para la empresa, ¿por qué no te echa? Y aquí hay, de nuevo, dos hipótesis:

La primera es que sigues siendo útil. Puede que te maltraten, pero te necesitan (si estuviese solo en manos de los que “viven bien” en la organización, esta no duraría ni un ejercicio fiscal más). Si eres una persona responsable que rindes cuentas ante tí misma, intentas seguir haciendo bien tu trabajo ante todo.

La segunda es que echarte es un problema, porque a partir de cierto punto puede salirle muy caro a la empresa (económicamente) y ante el riesgo de que levantes la alfombra y se vea la porquería acumulada debajo. Por eso, prefieren que te vayas, aunque sea por los pies por delante.

Señales

¿Y qué es lo que te indica que estás en una organización tóxica?

Una de las pistas más evidentes es que en último término el objetivo de la estructura organizativa es decirte lo que tienes que hacer hasta en los más mínimos detalles. Me explico:

Por supuesto trabajas en una empresa para hacer lo que la empresa quiere, pero tu aportación depende de tu formación, conocimientos y experiencia. La empresa tiene unos objetivos, pero tu contribución se basa justamente en ese bagaje. Cuando el CEO dice que la empresa necesita una herramienta para gestionar el almacén, por poner un ejemplo, no tiene que decirte si debes estructurar el código de tal o cual manera o qué tecnología de bases de datos utilizar, etc. El CEO lo que te tiene que pedir es que tomes las mejores decisiones para construirla con los recursos de los que puedes disponer.

También señalaría como pista el hecho de que la estructura organizativa está orientada a la transmisión de órdenes e información en una sola dirección. Vale: hay organizaciones que para funcionar necesitan justamente esto. Pero la mayoría necesitan que exista un circuito de feedback. En estas organizaciones tóxicas la información de feedback nunca “sube”, porque los niveles intermedios están para neutralizarlo. Por otra parte, estos mismos niveles intermedios están cuidadosamente seleccionados para retransmitir instrucciones y pautas de manera completamente acrítica, no para cuidar de que puedas hacer el mejor trabajo posible.

Eso nos lleva al punto de que muchos puestos de responsabilidad se asignan precisamente a incompetentes, personas que no están capacitadas para cuestionar las decisiones, que sirvan fácilmente de correa de transmisión y que muchas veces serán aún más autoritarias a la hora de dar órdenes, porque su única seguridad es la pequeña parcela de poder que se les ha otorgado.

Otra de las señales de que la organización es tóxica es que favorece una cultura de peloteo y de chivatazo. Literalmente. La obsesión de una dirección tóxica es el control, pero no a través de mecanismos públicos, sino el control opaco, incluso cuando existe una cierta transparencia puramente formal. Por eso favorece la mediocridad e incluso la incompetencia si eso le ayuda a sustentar la estructura de poder. No hay nada seguro si la persona que se sienta a tu lado te va a “denunciar” por criticar una decisión o incluso por hacer lo que debes.

En relación con esto, las organizaciones tóxicas tienden a favorecer la incompetencia. Puedes tener una sanción por hacer bien tu trabajo, ya que eso hace quedar en evidencia a quienes no lo hacen.

La endogamia es otra señal preocupante. La empresa no busca la diversidad de procedencias y experiencias de su personal es endogámica, busca la uniformidad, pero sobre todo el control. Lo que quiere no es escuchar la realidad, sino únicamente lo que quiere oír.

Vista atrás

Trabajar en una empresa tóxica tuvo un coste muy alto para mí y para las personas que me rodeaban y rodean. Por suerte, hubo un momento en que fue posible juntar todas las piezas necesarias para dar el salto a otro lugar (y menudo salto, si lo piensas bien).

Visto en retrospectiva es lógico reprocharse que tenía que haberlo visto venir antes, que podía haber tomado otras decisiones. Ahora es fácil decirlo.

La lección es que hay que estar alerta. Sea cual sea la posición en la que te encuentres dentro de una empresa lucha contra las señales que indican la presencia del veneno y, si las percibes, procura tener un plan B, y hasta un plan C, por si algún día te hace falta.

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